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Ciclo "ELLOS LO HICIERON" # 2

Para leer o escuchar.

Mano a mano con Jorge Schellemberg:
“SER EMPRENDEDOR LLEVA A UN ACTO DE REBELDÍA”

En esta segunda entrega del Ciclo ELLOS LO HICIERON, charlamos con Jorge Schellemberg. Músico, y actual director de Sala Zitarrosa, pero por sobre todo un emprendedor artístico inquieto y de larga trayectoria.

Entre mates, risas, recuerdos y la cuchara indiscreta de Leticia, hicimos un recorrido en su labor artística buscando la respuesta que nos inquieta: ¿Se puede vivir del Arte en Uruguay?
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Él lo hace. Y te cuenta su visión al respecto.

​Mano a mano con Jorge Schellemberg: "SER EMPRENDEDOR, LLEVA A UN ACTO DE REBELDÍA"​

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Leticia: Jorge, me gustaría que te presentaras, que nos cuentes de tus emprendimientos… Y en qué estás ahora…

Jorge: Muy bien, me llamo Jorge, tengo 55 años, tengo 4 hijos, Ismael de 27, Sofía de 26, Julián de 16 y Clara de 14. Hoy soy Director de la Sala Zitarrosa hace 5 años. A su vez soy Vicepresidente de AGADU (Asociación General de Autores del Uruguay). Antes de llegar a esto, trabajé en un montón de cosas; el primer emprendimiento que hice fue cuando era un niño y mi mamá no me quería dejar jugar al Baby Fútbol, entonces inventé un cuadro yo (risas)

 L: El inicio del emprendedor, siempre arranca con un acto de rebeldía, ¿no?

J: Sabés que yo creo que ser emprendedor necesariamente lleva a un acto de rebeldía, un no conformismo,  un querer generar condiciones para que determinadas cosas ocurran. 
Después, yo siendo muy joven empecé a trabajar, vendí libros, discos, pan, vendí medialunas rellenas con una canasta por 18 de Julio, di clases de matemática y de inglés, empecé a dar clases de guitarra. En el año 83 fui uno de los muchos que fundamos el TUMP, el Taller Uruguayo de Música Popular, en una época muy linda la de fines de la dictadura donde todo el mundo esperaba ansioso como una especie de primavera democrática. En el TUMP tomé clases, fui alumno pero a su vez era uno de los del equipo de gestión. Después también empecé a dar clases, después fui Coordinador General del TUMP, de actividades. Me desvinculé muy en buenas en el año 2003.
En el año 2006 junto con Estela Magnone y en aquel momento Alejandro Steineck y con el apoyo de un montón de músicos abrimos la Fundación Eduardo Mateo y ésta abrió la escuela que yo dirigí hasta el año 2011. Sigo vinculado fundamentalmente desde lo afectivo aunque no más que eso.
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 Sobre El Tartamudo…
 J: A su vez en el año 2007 abrí un bar que quedaba abajo de la Fundación que se llama El Tartamudo, un bar de música que daba shows de martes a domingo, este bar tuvo sucursal en Punta del Diablo en 2009 y 2010. En el 2010 nos fue muy mal, perdimos una fortuna que yo no tenía, se venía el cierre del bar y se generó a través de músicos, colegas y gente querida un rescate del boliche, se hizo un concierto en el Teatro de Verano que se llamó "Queremos Tanto al Tartamudo" donde tocaron 18 grupos musicales entre ellos: Rada, Buenos Muchachos, La Triple Nelson, Maia Castro, Pata Kramer, Dany López, fue una cosa impresionante, yo toqué con Mateo x 6 y no paré de llorar. Así, El Tartamudo no cerró, trabajé un año más, para dejar con una socia que entró en ese momento hasta dejarlo en cero, y ahí me retiré; consideré que mi tiempo como dueño de bar había sido suficiente. En ese momento ya estaba concursando por el cargo de la Sala Zitarrosa, fue un concurso que el llamado se hizo en diciembre de 2011, y fui confirmado en julio de 2012 y empecé a trabajar efectivamente el 12 de agosto de ese año. Básicamente eso es un pantallazo por algunas de las cosas que he hecho. 
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L: Bien, un tipo muy inquieto… Jorge, para fundar todos esos proyectos que son unos cuantos ¿cuál ha sido esa disconformidad tuya que te ha llevado a decir “quiero estar del lado del creador, del fundador y no del lado del ser dependiente”?  

J: Vos sabés que no fue tanto esa la dicotomía, ser o no ser dependiente, más allá de que tuve mis trabajos como dependiente. Uno de los trabajos que tuve fue de adjunto en una empresa textil y aguanté dos meses, ¿no? No sólo porque tenía que ir de traje sino porque no me sentía yo. Pero más allá de eso, el tema fue que había cosas que se me ocurrían que estaban buenas y que participar en llevarlas adelante me parecía importante. En el caso de TUMP no fue una idea mía, ni cerca, pero una vez que eso estaba marchando sí fue un intentar una serie de iniciativas para que eso funcionara mejor.
En el caso de la Fundación Mateo, de la Escuela de la Fundación Mateo y de El Tartamudo sí es mía, había como una inquietud por ejemplo que veía como músico, que no había demasiados lugares para tocar, entonces, pensar en un espacio que estuviera bueno… yo miré mucho dentro de lo que había y el lugar con el que más me sentía identificado era Espacio Guambia de Antonio Dabezies, un hombre con un corazón gigantesco y una generosidad enorme que dedicó un montón años a mantener un espacio que no sé si le dio algún peso alguna vez. Pero tenía ganas de intentar esa experiencia y de hecho, de no haber sido por un error grave cálculo de provisiones en lo que fue la segunda temporada en Punta del Diablo capaz que todavía seguíamos. Pero, por otro lado, con la Escuela de la Fundación Mateo, teníamos la fundación armada, había un montón de ideas de proyectos, de cosas hacer, y me acuerdo que yo comenté con la que era la Directiva de la fundación en aquél entonces que yo me animaba a hacer una escuela. Una escuela que tuvo un enfoque más hacia los niños que lo que tenía el TUMP por ejemplo que, si bien siempre trabajó con niños, no lo hace en la escala en que lo hace la Fundación Eduardo Mateo, pensamos por ese lado darle un diferencial.
Creo que siempre es esa disconformidad, no la disconformidad desde el enojo sino el…

L: El  “esto no está, vamos a proponerlo”, ¿no?

J: ¡Claro! No puede ser que no esté pasando esto.  A veces sale muy bien, a veces cuesta mucho, no hay una fórmula, no es un café instantáneo que uno pone agua caliente dos cucharadas de azúcar y ya está… lleva mucho esfuerzo y mucho trabajo de mucha gente y no son emprendimientos individuales, ni siquiera aquellos que yo comencé podrían haber resistido el paso del tiempo de no mediar el esfuerzo de mucha gente.

L: Estuviste con muchos emprendimientos, particularmente con el TUMP y la Fundación Mateo siempre estás relacionado con gente aspirante a artista, con estudiantes desde niños, ¿Qué pasa cuando se chocan con la realidad de “vivir del arte”? ¿Qué pasa cuando ese sueño se empieza a achicar?
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J: Mirá, todo depende qué es lo que se defina como “vivir del arte”. Si es lo que uno genera a través de su propia obra artística es difícil. Pero si nosotros englobamos dentro de eso lo que es la docencia vinculada al arte, la gestión vinculada al arte, y otro montón de actividades que no son laterales sino que son una parte misma de la vida cultural y artística de una sociedad, entonces yo diría que hay muchos lugares para eso.

L: Y que no se limita a una veta, el mensaje es “vivir de lo que uno ama”, nosotros decimos arte…

J: Entonces, creo que hay mucho prejuicio, por un lado, por eso de “tú sos músico, ¿entonces de qué trabajas?”  

L: Exacto.

J: Y por otro lado, la realidad es que vivir solamente del tocar… Durante un tiempo a mí me tocó que mi principal ingreso venía de cantar, más que de las clases o que otras cosas, y durante otros períodos al revés, lo que puedo hacer ahora cantando es casi aleatorio por más que sigo cantando porque si no me marchito, pero en una sociedad es bueno que todo el mundo tenga la posibilidad de hacer lo que ama. Después se da una selección natural muchas vinculada no sólo al talento o al esfuerzo, aparecen otros factores, aparece el factor suerte. Y no lo digo sólo en el área del arte: ¿cuánta gente empieza la Facultad de Medicina y no la termina? ¿Cuánta gente quiere ser futbolista y eso es todavía más difícil?

L: Ahí está el tema: ¿alcanza con la formación artística solamente?

J: Bueno, yo estudié de todo, hoy por hoy te diría que todo lo que uno pueda aprender siempre ayuda, saber más de música, de equipamiento, vinculado al sonido, hay muchas cosas y uno no puede saberlas todas, o es muy difícil, pero todo aquello que uno pueda estudiar siempre es bienvenido. Aquella época del talento solamente yo creo que se terminó, no alcanza con tener mucho talento.

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L: ¿Sentís que falta esa formación en la formación académica del artista en general?

J: Cada vez se está incorporando más, todavía no tenemos una escuela de música que abarque todo lo que sería “popular” de un nivel terciario, tenemos docentes que están en tal o cual escuela o en su casa que te pueden dar una formación a nivel del instrumento pero no hay algo como hay la Escuela Universitaria de Música más vinculada al área culta o la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, por ejemplo. No tenemos, en música, apuestas desde lo privado a una formación terciaria, creo que de haberla ese tipo de cosas son imprescindibles.

L: Pero crees que es así...

J: Sin ninguna duda, porque además lo que es redes sociales: cualquier Millenial lo maneja espectacular, para mí que soy un inmigrante con dificultades, vivo pidiéndole apoyo a mis hijos para que me desasnen en cómo hacer esto o aquello. Pero uno ve que ya hay otro manejo, hay grupos en otros países que tienen una gran movida cuya principal herramienta de difusión es a nivel de redes sociales. Igual, en el caso de la música, está bueno que no se olviden de la música, a veces uno se acuerda de todo lo demás, y se termina olvidando de aquello que fue el motor por el cual se hizo eso otro.
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L: ¡Qué bueno que tocaste ese tema!  ¿En algún momento te cuestionás la posibilidad de que tu calidad artística se vea trastocada por el emprendimiento?

J: El día tiene 24 horas, a uno no le da el tiempo para todo… En este momento después de varios años estoy armando un espectáculo y voy muy despacito y dedicándole el tiempo que puedo. No es la misma situación que en la época de los ´90 que tocaba todo el tiempo. Ahora estoy pensando desde otro lugar; por supuesto que voy a salir cuando lo que tengamos armado me guste lo suficiente y me parezca que está bien, y que la calidad no desmerezca lo que yo hice antes o el recuerdo que uno pueda tener. Uno va tomando caminos, y la gestión fue tomando cada vez más lugar en mi vida, porque es el lugar donde siento que puedo hacer más aporte.  Yo soy músico y voy a ser músico toda mi vida, pero también soy gestor y dentro de la barra de quienes estamos en la música somos pocos los que trabajamos en gestión y siempre sentí que era un lugar donde podía aportar. Como músico me gusta lo que hago, me gustan mis canciones, me gusta cómo canto, si no, no lo haría, pero soy un músico más, no soy de esos que cambian la música de un país, lo disfruto, pongo mucho esmero, pero músicos de antes y después son poquitos. Sin embargo, desde la gestión tengo una mirada interesante que me la da el ser músico y el haberme forjado en esto del ensayo y error, en haber sido docente, trabajé en secundaria dando música… y disfruto mucho de eso. Creo que hay un balance donde cada uno sabe hasta qué punto se va dejando ir hacia un lugar o toma partido deliberadamente para ir hacia ese lugar, y no es que descuide sino que le dedica el tiempo que decide dedicarle a una cosa y a otra.

L: “Me cuesta ponerle valor a mi trabajo” ¿Por qué a los artistas nos cuesta valorizarnos económicamente? ¿Cuál es el miedo con la plata?

J: Voy a hacer una comparación con algo más fuerte, duro y complicado... El machismo y la violencia de género existen porque hay una cultura patriarcal terrible, y dentro de esa cultura no sólo estamos los hombres como los que, en general, nos ponemos más violentos ejerciendo toda la situación horrible, sino también las mujeres, desde algún lugar, aceptando determinadas reglas de juego o no rebelándose a veces. Hay muchas que se rebelan hoy por hoy. Hay toda una situación muy triste y horrenda que hay que cambiar de algún modo y yo siento que somos muchos los que estamos bregando por un cambio. En el arte, nos cuesta aceptar que lo que nosotros hacemos es un trabajo, hay como una idea generalizada más parecida a esa canción horrible de Los Decadentes que dice “yo no quiero trabajar, no quiero ir a estudiar, quiero tocar la guitarra todo el día...” esa es la imagen que mucha gente tiene del músico.

L: ¿Pero porque el músico o el artista en sí la propaga?

J: Porque hay algunos que todavía compran eso o porque de repente aparece gente dentro del pelotón que no se esfuerza ni estudia ni se dedica lo suficiente y que igual quiere un reconocimiento como si lo hiciera. Pasa lo otro, el que se rompe el lomo y no es fácil. Todos los seres humanos necesitamos reconocimiento y el artista tiene un ego más grande que otras personas y esa necesidad de reconocimiento es mayor. Pero sin embargo hay un tema de autoestima bajita, donde a los artistas nos cuesta valorarnos como trabajadores. No solo monetizarlo sino aceptar que tiene un valor determinado. Hay gente que directamente asume trabajar en otra cosa y vivir de otra cosa y tomarlo como un hobbie, y eso es una posibilidad legítima. Creo que la música alivia la vida de la gente en general y está bueno cantar o tocar algún instrumento; así como está bueno hacer deporte y no todo el mundo va a ser Forlán. 

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L: Pero el que decide tomarlo como un hobbie después te dice “del arte no se puede vivir”, ahí hay una decisión…
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J: Hay una decisión... Por un lado a veces hay una situación de que no se puede, no todo el mundo lo logra… No siempre tiene que ver con el talento o con el esfuerzo, a veces puede tener que ver con el talento o con el esfuerzo, pero a veces no. Hay casos concretos de músicos que se han muerto en la miseria absoluta, y como la música es un sponsor bárbaro, después de muertos su obra empieza a trascender… Ahora, no hay una regla, no es como otras carreras, donde uno va a un centro de estudios, da una cierta cantidad de exámenes, consigue una cierta cantidad de créditos y después tiene un título; acá es más complicado porque en lo que uno vaya a estudiar depende en gran medida de uno y de las ganas que uno tenga y de salir a buscar a aquellos docentes que uno cree que le van a aportar lo que uno necesita. Y el conseguir trabajo también… Montevideo es una ciudad que tiene una vida cultural muy importante, mucha de la gente que hace esa vida cultural son militantes, no son gente que logre vivir solamente de eso que está haciendo por la cultura.

 L: Ahí también hay una diferencia, entre lo que vos decías al principio de salir a conseguir o el ser un creador, que es más por esa actitud rebelde de decir “no puede ser que esto no exista entonces voy a crearlo” No es inherente sólo al artista, puede ser en cualquier oficio.

J: Para mí, pasa por tratar dentro de esta sociedad que es tan difícil para todos, no para los artistas, para todos, muy especialmente para la gente joven, pero también para los viejos, tratar de vivir creativamente. Ser creativo en la vida, y eso significa cambiar el enfoque en la cabeza y en el disfrute. Por otro lado, una de las revoluciones culturales más importantes que ha habido en nuestro país creo que vino del fútbol y la dio Tabárez. Hay una frase del Maestro que yo le digo a muchos jóvenes que vienen: “el camino es la recompensa.”  Si nosotros estamos siempre queriendo llegar a algún lado, la quedamos, porque ese lugar al que queremos llegar o no sabemos dónde es, o llegaremos o no, y si mientras tanto no vamos disfrutando de todo lo que vas haciendo cada día, cuando quieras ver… Pasa rapidísimo...

L: Es parte de la perseverancia…

J: Tenía 20, cerré los ojos y cuando los abrí ya tenía 55… Pasa rapidísimo… Creo que uno viene a la vida a tratar de aprender a ser feliz. La doctrina judeocristiana hablaba de que acá se viene a sufrir; a mí me gusta pensar que uno va tratando de buscar la felicidad, que son momentos, que son casi todo lo que uno hace con su vida y con lo que uno define que quiere hacer con su vida, y con lo que uno logra disfrutar de las cosas que le van tocando. Me encantaría pesar 40 kilos menos…

L: Se puede, se puede... [risas]

J: Hay muchas cosas que uno va a poder hacer y otras que va a aprender a aceptar que no… Balancear...

L: ¿Considerás que Uruguay es un país amistoso a la hora de emprender un proyecto? Vos que ya pasaste por ahí, ¿cuáles son los obstáculos con los que te encontraste?

J: Siempre hay un tema económico, siempre. También de mercado, hay un mercado pequeño, pensando en la música uruguaya en general creo que la posible supervivencia y mejora de las condiciones de vida de los músicos pasa por ampliar el mercado, por no quedarse sólo acá sino de cómo ya han logrado unos cuántos generar no una salida de tocar junto a un artista a algún lado, sino una continuidad, abrir un mercado de trabajo. Uruguay es un país cuyo crecimiento está detenido hace un montón de años, con una población envejecida, con poca gente en edad de trabajar, la masa de gente que está sosteniendo la economía del país es muy pequeña en relación a otros países, por eso es un país que tiene tantos impuestos. Ese es un problema no sólo para emprender sino un problema estructural del país para todo lo que uno haga, lo que sea. Es un país donde en los últimos años se ha puesto mucho dinero, o se ha hecho mucho, para la cultura, pero todavía no está muy claro por dónde generar algo. Todavía nos está faltando un proyecto cultural como país que ayude a los emprendimientos culturales que es de lo que yo puedo hablar. No es un país fácil para emprendimientos por las características generales del país, más que por cualquier otra cosa. 

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L: Pero se puede, ¿qué pensás?

J: Y sí, es como que te dijera: “Patria o Muerte”, Patria siempre… Hay que seguir puliendo, el tema es pararse y pensar, respirar hondo cuando la situación se pone difícil y decir: “¿uno por qué está haciendo lo que está haciendo? ¿Qué es lo que uno estaba buscando?” y en base a eso y a esas preguntas que uno se tiene que hacer todo el tiempo, y yo me las hago todavía bastante seguido, buscar y juntar fortaleza para seguir adelante, y buscar en ese camino dónde está la recompensa y el disfrute.

L: ¿Qué pasa dentro del mismo entorno artístico? ¿Sentiste alguna vez esa mirada ajena que te está juzgando por optar por otro camino?

J: De repente no con esos términos exactamente pero sí, el colectivo artístico es un colectivo integrado por seres humanos que padecemos las mismas miserias, pobrezas,  mezquindades y cosas lindas que otros colectivos… Dentro del colectivo artístico hay mucha generosidad y solidaridad pero también hay resentimientos, tristezas, que generan otro tipo de sentimientos que no están buenos. Había una frase de Benedetti que decía que lo único que se perdonaba menos en Uruguay que el fracaso, era el éxito. 
Habría que definir qué es éxito y qué es fracaso; creo que esos tótems han ido cayendo también. No creo en el éxito como algo ascendente permanentemente, ni creo que todo sea un continuo fracaso. Creo que todos vamos haciendo camino al andar y le vamos errando y acertando… En la medida que podamos promediar una situación un poco más favorable, podremos decir que estamos triunfando. Triunfar, entonces sería, en mi caso, lograr ser feliz.

L: Y tus “fracasos”, ¿cómo los ves hoy en perspectiva?

J: Y… en un 90-95% de los casos han sido culpa mía, han sido errores en una percepción…

L: ¿Y qué valor tienen hoy?

J: Aprendizaje, aprendizaje...

L: ¿Nunca te frenó?

J: Y… hubo momentos más duros que otros, en el momento que yo pensé que iba a tener que cerrar El Tartamudo me sentí vencido y puse en mi Facebook “gracias a todos los que ayudaron” (no a que se muriera…) [risas] Y al otro día tenía 500 mensajes, y ahí empezó a surgir de a poco una puntita y me fue volviendo la vida al cuerpo, pero estaba como los mineros chilenos… varios metros bajo tierra… pero lo que hicimos en Punta del Diablo hoy vemos que fue un disparate, no tuvimos claro cuánta gente estaba dispuesta a pagar una entrada para escuchar gente, no hicimos un costeo…

L: Un arriesgarse sin medir… ¿Te queda esa cosa de “mejor haberlo hecho” que quedarse con la duda?

J: No me lo planteo porque no existe esa posibilidad… Lo que puedo ver es que adquirí mucha experiencia y que seguramente no podría haber adquirido este trabajo como Director en la Sala Zitarrosa programando este tipo de shows durante 4 años.

L: ¿Qué le dirías a los emprendedores que están con esta ilusión de vivir de lo que aman pero que a veces se desmotivan?

J: La impaciencia está buena en la medida que signifique no caerse, redoblar esfuerzos, buscar caminos, formarse, estudiar… pero hay que tener también paciencia y ser consecuente pues nada surge en 10 minutos… Así como otros jóvenes están dispuestos a bancarse 5, 6, 10 años estudiando para poder ejercer de algo que quieren, bueno, la música te permite empezar a ejercer antes pero no es tan inmediato que te dé de comer, hay que ir a buscarlo, hay que tener paciencia, ganas, y por sobre todo, ir disfrutando un poco más.

L: Gracias, Jorge.

J: Un placer, me encantó.

¡Gracias Jorge!
Gracias por este mano a mano con Artista Emprendedor.
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Leticia Mato y Jorge Schellemberg en Sala Zitarrosa

Entrevista realizada en: Sala Zitarrosa |  Entrevistado: Jorge Schellemberg | Entrevista realizada por: Leticia Mato | Asistencia: Victoria Díaz | Transcripción: Paola Núñez | Edición: Jorge Bentancur | Idea original: Artista Emprendedor con el apoyo de CIE - Centro de Innovación y Emprendimientos ORT y Red Emprende Cultura
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​Mentoría para Artistas Escénicos
Creado por Leticia Mato

E-mail: info@artistaemprendedor.com
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